Diálogos identitarios y libertarios: Paleofuturismo Antartista

Francisco Albanese & Lucas Blaset

antartismo

Nota del editor: Luego de arreglar una reunión el día Lunes 12 de Octubre para discutir sobre instancias de encuentro entre el libertarianismo y el identitarismo, donde se trataron distintos temas relacionados con el pasado de las etnias que componen actualmente el Cono Sur, el presente de los países más meridionales del mundo, y el destino geopolítico, Lucas Blaset (liberal libertario) y yo acordamos en desarrollar una teoría libertaria y realista racial para el Cono Sur que estuviese nucleada en torno a la identidad —para el caso del sur de América— criolla, el espacio geopolítico antártico y una perspectiva nietzscheana arqueofuturista-paleofuturista.

Posiblemente, existirán puntos de disenso, algo normal en la elaboración de cualquier idea, pero esperamos que las convergencias aquí exhibidas sirvan para establecer un precedente en un aspecto poco explorado hasta ahora tanto en el identitarismo como en el libertarianismo.

Identidad

Lucas Blaset. No sólo de sangre se forjan los pueblos, también es necesario el suelo. Por más que un europeo se vaya a latitudes tropicales, es muy posible que el apogeo de su potencial no se logre plenamente. Es por eso que debemos entender las latitudes aptas para los europeos y sus descendientes. Dichas latitudes componen climas mediterráneos y oceánicos, climas que se repiten en el otro hemisferio en las mismas latitudes solo en tres sectores de tres continentes distintos: el Cono Sur de América, Nueva Zelanda y el sur de Australia en Oceanía, y Sudáfrica. A todos esos sectores los unen tres cosas esenciales:

  1. Climas templados, oceánicos y mediterráneos con paisajes boscosos iguales que los europeos o norteamericanos y canadienses.
  2. Culturas occidentales, de origen ibérico, británico y holandés. Comparten así también un ethos más individualista que el del resto de Europa continental, lo que podría muy bien explicar que estén algunos de los países más capitalistas del planeta en dicho sector: Nueva Zelanda, Australia y Chile. A pesar de no compartir un lenguaje común, sí comparten una tradición y sangre común que uno podría remontar fácilmente a la cultura gala-romana y sangre céltica.
  3. Por último, los une el pertenecer a las regiones pobladas por el hombre más cercanas al único continente jamás habitado: la Antártida, la gran isla blanca. Recordemos que es el frío de la glacial Europa lo que forjó a las razas europeas y a una especie tan poderosa como la neandertal.

Francisco Albanese. Si bien considero, desde una perspectiva ideológica personal, claro, que una comunidad debería presentar lazos sanguíneos (i.e., raciales), históricos y culturales –es decir, un aglutinante étnico– que vinculen a sus miembros en tiempo presente y los guíen hacia el futuro, también creo que ésta es una idea que, en Occidente, no puede instalarse desde la autoridad o la coerción, sencillamente porque a medida que en Europa se avanza hacia el Oeste (y las colonias descendientes de estas naciones), el sentimiento individual y la libertad negativa se hacen más notorio. Es así como experimentos sociopolíticos basados y justificados en la libertad positiva que han resultado exitosos en, por ejemplo, Alemania, Los Balcanes o Rusia, en países de herencia etno-cultural Europea Occidental (y talasocrática, además), terminan tarde o temprano en el fracaso. Si bien algunos podrán argumentar que experimentos de carácter socialista han sido detenidos por las oligarquías en colaboración con intervencionismos extranjeros, el Cono Sur presenta un historial fuertemente individualista que tarde o temprano funciona como barrera para los proyectos colectivistas.

Libertarianismo

LB. En un sistema de libertades negativas amplias se genera un verdadero aparato meritocrático. Bien entendido, esto quiere decir que los más aptos para el sistema de competencia en libertad—los históricamente occidentales—tienen más posibilidades de mantenerse y llegar a las élites sociales y económicas.

FA. Probablemente, si se hiciera una encuesta a todo público en el Cono Sur (todas las clases socioeconómicas, todos los niveles de escolaridad), los resultados arrojarían que la gente preferiría que continuara el régimen económico neoliberal actual (aún con sus fallas y aún a pesar del régimen ideológico progresista igualitario) antes que fuera sustituido por un régimen socialista donde se garanticen la salud, la educación y otras necesidades básicas.

Sin embargo, comunidades humanas donde interactúen la etnicidad (la identificación con el grupo étnico) y el libertarianismo (como filosofía de la primacía de la libertad negativa) como principios podrían no sólo ser posibles, sino que, yendo aún más lejos, estos principios podrían estar íntimamente vinculados en una relación simbiótica en la que no podría existir el uno sin el otro. Desde este supuesto, se plantea que el libertarianismo, entonces, sería una filosofía política adecuada para los pueblos descendientes de las talasocracias de Europa Occidental (es decir, el Cono Sur de América, los bóers de Sudáfrica, y las poblaciones blancas de Nueva Zelanda y Australia) si, y sólo si, su medio de propagación fuera étnicamente homogéneo.

Si se encendiera una estufa en una casa, el calor desprendido de ésta llenaría todos los espacios de la casa, hasta el momento en que el esfuerzo en la generación de calor necesario para mantener una temperatura constante llega al mínimo. Por otro lado, si se encendiera una estufa en el centro de una cancha de fútbol, el calor se disiparía al extenderse por un medio casi ilimitado, llegando a una temperatura casi imperceptible. Para que se sienta una mayor temperatura en los distintos rincones de la cancha, la generación de calor requeriría de mucha más energía y, asumiendo que los recursos no son ilimitados, esta generación se volvería insostenible con el paso del tiempo. La libertad se comporta de manera semejante: si ésta se extiende por un medio sin límites, es decir, donde no exista un margen de responsabilidad que delimite el ejercicio de la libertad, llegará el momento en que la libertad se hará insostenible, y el sistema terminará colapsando.

El medio limitado que se propone para que la libertad se maneje dentro de lo sostenible es la identidad étnica. Una unidad étnica, es decir, un medio homogéneo en la comprensión de la realidad y en valores (lo que podría traducirse como tendencias, aptitudes y actitudes colectivas, es decir, intereses genético-étnicos) pero heterogéneo en intereses y objetivos individuales, podría garantizar el desarrollo orgánico de dicha comunidad y también la sostenibilidad de la libertad como el súmmum bonum, el bien supremo.

Por sostenibilidad de la libertad como bien supremo no se hace referencia a una mera observancia omnipresente de la libertad como un imperativo nominal, sino a que esta libertad se viva en forma saludable por parte de los miembros de la comunidad étnica, desarrollándose en concordancia y coherencia con la responsabilidad individual.

LB. En el contexto de una comunidad libre,  responsable y educada, donde pueda existir un control parental sobre la reproducción sexual —con anticonceptivos y abortos de fácil acceso— lo más óptimo para cada familia que se reproduzca será el tener tantos hijos como sea posible mantener bien. Por tanto, las personas con más recursos tenderán, o deberían tender, a tener mayor cantidad de descendientes de la más alta calidad posible. Ahora bien, si por calidad entendemos cantidad de alimento, recursos económicos, horas de atención, además de sumarle prontamente la calidad genética que se pueda elegir, más presión existirá sobre la descendencia en el sistema competitivo.

La eugenesia no tiene buena fama después de las primeras utilizaciones en los países angloparlantes a principios del siglo XX y, posteriormente, en el Tercer Reich alemán. Pero los liberales están abogando por la «eugenesia liberal» o reprogenética, que es un método reproductivo de selección embrionaria pre-implantación seminal. Eso significa que existe, hoy en día, la posibilidad de seleccionar artificialmente los mejores genes de cada progenitor, eliminando con esto no sólo todas las potenciales enfermedades congénitas y malformaciones, sino que también se aumenta la capacidad física y psíquica de la descendencia.

Si sumamos la reprogenética, el control de natalidad y un sistema de libre mercado altamente meritocrático, se podría aumentar la población de las personas más aptas para vivir en una sociedad altamente competitiva. En una sociedad libre, estas serían las culturas occidentales europeas y  sus descendientes.

Imaginemos también que en un sistema libertario sin dogmas morales impuestos por el igualitarismo, ni la moralina de religiones orientales, los individuos y los grupos humanos, en plena libertad, vuelven a sus orígenes ancestrales, a las doctrinas filosóficas y espirituales que les fueron forjadas. No sería extraño que los eurodescendientes —los criollos— puedan recuperar parte de sus conceptos de familias precristianos, incluso paleolíticos, en el apogeo del paganismo politeísta. Hablamos de la poligamia, particularmente de la poliginia y la poliandria, potenciándose de forma natural mucho más la primera, no por una justificación cultural patriarcal, ni machista, ni misógina: es reconocer el sencillo hecho natural y no moral que los machos humanos producen alrededor de 12 millones de espermatozoides cada hora, mientras que las hembras humanas producen 400 óvulos durante toda su vida, potenciando las relaciones poliamorosas entre un hombre y más de una mujer, siendo además psicológicamente más sencillo gracias la plasticidad sexual femenina. No es de extrañar entonces que sea en las ciudades más occidentales hoy de Estados Unidos, como San Francisco, donde en el seno de la cultura liberal comienzan a resurgir el movimiento poliamoroso. Todo esto ante la crisis demográfica que atraviesa el primer mundo. Sería de gran utilidad para los europeos y sus descendientes que no caigan en el dogma igualitario de la monogamia y puedan revertir con esto la baja natalidad. Sumado a lo anterior, no sólo aumentaría tremendamente en calidad gracias a la reprogenética sino a la cantidad en la dependencia, gracias al poliamor.

FA. No soy muy moralista o, al menos, no soy un moralista monogámico cristiano ni poligámico semítico. Incluso, de manera algo herética, debo reconocer que la idea de familia clásica —padre, madre, hijo— significa bastante poco para mí, sobre todo en términos objetivos, abordando la posibilidad de una extinción blanca debido a las tasas decrecientes de natalidad. Esto lo he manifestado anteriormente en conversaciones privadas, y espero profundizar en el tema más adelante, en el momento adecuado. Por el momento, y haciendo el alcance con el Paleolítico antes mencionado, creo que el futuro debería exhibir un retorno al sistema de clanes de la Prehistoria europea, ya sea de manera intencional, como de manera natural.

Si puede superarse el miedo a la tecnociencia y asumirse a ésta como faustismo en acción, como ya mencionara Faye, los métodos poligámicos paleolíticos no tienen por qué ser moralmente perversos, sino que también pueden ser superados dichos miedos o restricciones morales. La moral es mutable, no es eterna ni estática. Arqueofuturismo (valores) para la comunidad, paleofuturismo (modos) para el individuo. Por supuesto, ningún método puede ser impuesto por la fuerza, sino que corresponde a una decisión del individuo perteneciente a la comunidad.

Paleofuturismo

LB. Existen estudios recientes que muestran que volveremos a una pequeña edad del hielo durante la próxima década. A los tratados sobre la Antártida le quedan también un par de décadas para llevarse a cabo, y una alianza Antártica entre los países meridionales antes mencionados podría con toda legitimidad reclamar el continente.

Es el frío lo que generó la megafauna: tigres dientes de sable, osos polares, mamuts, lobos gigantes de Norteamérica, etc. Son, en el fondo, seres hipermórficos, que es el mayor desarrollo de características de un espécimen en comparación con generaciones anteriores, especialmente alcanzando a temprana edad lo que en antepasados ancestrales se alcanza en la adultez, continuando su desarrollo. Esto se produciría con mayor frecuencia en lugares fríos según la regla de Bergmann, según la cual a mayor latitud y frío, más grandes y fornidos los animales de sangre caliente.

Lo anterior alcanzó su límite en la especie humana con los neandertales, especie homínida con una capacidad craneal de hasta 1.900 cc (con un promedio de 1.500 cc., siendo que nuestro promedio actual europeo es cercano a los 1.350 cc, similar al promedio mundial), con un índice de encefalización superior al nuestro, todo lo cual se manifiesta enhaber sido la primera cultura en desarrollar el arte y en enterrar a sus muertos, lo que le asigna presumiblemente un componente espiritual a su comportamiento, quizás el primero en este planeta.

Además, su consumo de cinco mil calorías diarias, en base a una dieta paleolítica en la que se superaba el 85% de consumo de proteína animal, sumado a la presión alimenticia, climática y hormonal—recordemos que estos homínidos son los con mayores grados de testosterona—fue lo que hizo de los neandertales una máquinas de fuerza increíble, que ningún humano vivo o histórico podría siquiera igualar.

En el 2011 se descubrió, gracias a los avances de la codificación genética, que todos los humanos no-africanos tuvimos mestizaje con esta especie, obteniendo los genes de la piel blanca, el pelo rojo, los ojos verdes, un gen que ayuda al desarrollo del habla y el espectro del autismo—que se manifiesta en individuos altamente testosteronizados— y también al mejoramiento del sistema inmune.

No sería extraño que quienes más contacto hayan tenido con estos dioses paleolíticos hayan sido justamente los blancos europeos occidentales, herederos directos de las culturas Musteriense (neandertales) y Auriñaciense (cromagnon), quienes, entre otras cosas, heredan su arte, sus ritos funerarios, sus armas, su estrategia reproductiva cualitativa y su individualismo.

En 2013, el destacado genetista de Harvard, George Church, especializado en biología sintética, aseguró que hoy tenemos los medios tecnológicos para clonar un neandertal como para traerlos nuevamente a la vida. Sólo falta la voluntad política y la libertad para hacerlo.

Mercado, reproducción, raza, clima y sociedad

LB. Imaginemos, por un momento, cuál podría ser el escenario fruto de darse todos los factores considerados simultáneamente. Imaginemos un Chile económicamente creciente, autónomo y con buenas relaciones con sus pares del sur, en una provechosa alianza comercial con Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica y Uruguay, dentro de un gran bloque capitalista y occidental, en la que todos prosperen y en virtud de la cual el mercado chileno se vitalice. Imaginemos también que, además de este aumento en la competitividad de un mercado más liberalizado, las alternativas reproductivas se vean revolucionadas por el acceso a las nuevas tecnologías genéticas.

¿Debería asustarles a algunos la cuestión inmigratoria? En un caso así de favorable, sería difícilmente una dificultad para los identitarios. Pues imaginando un Chile futuro, reconstruyendo su herencia occidental en el sur del país, en los climas fríos  conocidos, y con una visión de mundo que les complemente como cultura a una más enfatizada perpetuación de su cultura y herencia gracias a las nuevas alternativas sociales y tecnológicas en torno a la reproducción —poliamor, reprogenética, etc.— podríamos encontrarnos muy bien frente a una primavera criolla, que retome lo ya colonizado, en los territorios cuyo clima les es natural y para lo cual tienen tanto las oportunidades (competitividad meritocrática liberal) como las motivaciones (construcción de una cultura “súrdica”), conquistando pacíficamente a través de la competencia justa y no por la violencia física.

FA. Creo que el tema inmigratorio no es menor, y es siempre peligroso cuando la inmigración es ajena a la identidad huésped. Haciendo el supuesto del peor de los casos, en que el sistema colapse por el motivo que sea y ya no exista un sistema que proteja a las etnias eurodescendientes (y las poblaciones originarias, además, por efecto paraguas) valiéndose del marco de la legitimidad y de la competitividad meritocrática, sino que se encuentren ante la supervivencia pura y dura en un ambiente altamente hostil (ya dije que era el peor supuesto), la alta cantidad de población inmigrante no blanca puede tornarse en amenaza.

Una sociedad multiétnica y, peor aún, multirracial, es un ejemplo de un medio insostenible para el desarrollo de la libertad. El hecho de que exista una heterogeneidad respecto a los intereses genético-étnicos genera fisuras en el sistema, las que terminan por disipar la libertad puesto que distintos pueblos (y con mayor razón, distintas razas) se mueven por distintos intereses, generando una crisis de responsabilidad en la observancia de la libertad. Por ejemplo, en presencia o en ausencia de un estado subsidiario, un influjo perteneciente a una identidad racial y étnica ajena a la población huésped, no sólo provocaría un aumento en los intereses, sino también un aumento en las direcciones y sentidos hacia donde apuntarían estos intereses, lo que podría traducirse en un conflicto de intereses, en un desvío en los esfuerzos para la mantención del súmmum bonum (un aumento de la energía empleada para la generación de calor por parte de la estufa en el centro de la cancha de fútbol, como se ejemplificó más arriba), y también en la progresiva pérdida de la libertad. Esta situación, tarde o temprano – la de la libertad negativa entrando en crisis – forzaría a una autopoiesis de la coerción, surgiendo un aparato (el Estado o algo semejante) que emplee la fuerza para mantener unida a una sociedad sin comunidad. Este estadio es indicador de que la libertad como súmmum bonum ha desaparecido, pues la presencia de un aparato coercitivo significa que la sociedad ya no es capaz de ser responsable con su libertad.

Es necesario que los liberales (e izquierdistas, por qué no) pertenecientes a etnias occidentales se den cuenta que sus valores no son aspiraciones universales de toda la humanidad. En vez de eso, algunos de esos valores son expresiones del ethos europeo occidental, y no sobrevivirían en una sociedad étnicamente ajena a dicho ethos. Por otro lado, en una sociedad multirracial, si estos valores fueran generalizados para todos los pueblos, provocarían el colapso del sistema y, probablemente, la extinción de la etnia que sí presenta dichos valores como parte de su mentalidad y sí cree en estos valores. Sin ir más lejos, las etnias occidentales son reconocidas por tener estrategias de reproducción basadas en lo cualitativo, traduciéndose en familias menos numerosas, maximizando los recursos sobre la progenie. Por otro lado, algunas etnias no eurodescendientes (especialmente aquéllas que provienen de países en el subdesarrollo con altas tasas de emigración) poseen estrategias de reproducción basadas en lo cuantitativo, si bien su crecimiento poblacional se ve regulado de alguna manera por los bajos estándares de vida. Si el aumento leve de los estándares en estos países debido al asistencialismo de los países más desarrollados ha significado un incremento importante en su población, las tasas de natalidad se disparan aún más cuando estos flujos migratorios entran en países del Primer Mundo, ya que encuentran un medio propicio para que su reproducción casi no se vea afectada por la mortalidad.

Algunos podrían argumentar que si desapareciera el Estado subsidiario podrían regularse las tasas de natalidad foránea (es decir, de etnias no eurodescendientes), pero lo cierto es que el peor de los casos del Primer Mundo tendría mejores condiciones que cualquier caso del Tercer Mundo, lo que igualmente se traduciría como un aumento en la población foránea. Estos aumentos poblacionales (cuyas tasas de natalidad están siempre por encima de las tasas blancas), terminarían a la larga por reemplazar a las poblaciones huéspedes. Y mientras tanto el reemplazo va encaminado, el aumento de las poblaciones foráneas, y con ello el aumento de su influencia, catalizaría el fin de la observancia de los valores de la población huésped. El colapso del sistema, entonces, se produciría antes de que el reemplazo se concrete.

En el caso puntual del Cono Sur, y aún más puntualmente, en el caso chileno, el escenario es multiétnico en su origen por lo que, aunque la inmigración de los últimos 20 años e detuviera drásticamente y se expulsara a todos los inmigrantes (en el caso hipotético que el progresismo desapareciera mañana y pudieran tomarse medidas como ésta), el país no dejaría de ser multiétnico.

Efectivamente, el libertarianismo no tendría para esto una solución en reversa, sino una que adopta el presente como punto de partida, ofreciendo un marco político para el desarrollo de las etnias blancas que también permita que las otras etnias y pueblos mezclados se determinen como lo estimen pertinente.

En un marco político libertario, descentralizado, pan-anarquista y pan-secesionista, concretado mediante una confederación tribal (es decir, de comunidades construidas sobre pilares que sean de competencia únicamente de sus bases, y que estén separadas de las otras comunidades —que delimiten libremente quien sí y quien no pertenece a su comunidad— y que sean libres de asociarse con las comunidades que estimen conveniente, en ausencia de coerción), un segregacionismo racial y étnico sería algo perfectamente posible. Fuera de las fantasías progresistas —concretadas por medio de la coerción, dicho sea de paso— de unión, tolerancia y otras utopías, distintos conflictos culturales, étnicos y religiosos podrían ser manejados mediante la descentralización, el separatismo y la auto-segregación mutual, y, de esta forma, junto con proporcionar espacios para el desarrollo de las etnias blancas según sus propios parámetros, los sistemas de auto-segregación podrían ayudar a descomprimir conflictos interétnicos.

En este marco político pan-anarquista y pan-secesionista no es necesario que una comunidad sea anarquista para involucrarse y ser parte de una confederación, puesto que los principios que rigen a cada comunidad competen sólo a sus integrantes. Esta autonomía en la forma de gobernarse en esencial, puesto que como Russell Kirk señaló, no existe una forma única de gobierno para la felicidad de toda la humanidad, y la más adecuada forma de gobierno necesariamente depende de la experiencia histórica, las costumbres, las creencias, el estado de la cultura, las leyes ancestrales, y las circunstancias materiales de un pueblo. Por esta razón, el localismo sería el mejor mecanismo para evitar la tiranía de la centralización.

LB. Retomando el punto de la primavera criolla, de ser así, el paleofuturismo no estaría tan alejado como pudiera pensarse a primera vista, dados esos factores. Pero todo esto depende, naturalmente, de voluntades políticas que logren encauzar movimientos en gestación hacia su desarrollo y manifestación históricos. Son así tres los objetivos socio-políticos que se deben apoyar:

  1. Los pactos económicos internacionales con Occidente, en particular los proyectos Antartistas con Oceanía, Sudáfrica y el Cono Sur, en vistas a una mayor liberalización del mercado nacional e internacional.
  2. Las libertades reproductivas, en especial cuidar que la reprogenética no se haga ilegal a costa de legislación bioconservadora, unido a los movimientos culturales poliamorosos, para hacer la contrapartida a las estrategias reproductivas cuantitativas de otras culturas.
  3. El colonialismo sureño, para establecer nuevos núcleos económicos que permitan retomar la región poco explotada por comunidades autóctonas precolombinas o deshabitadas, como finalidad y cuando la tecnología lo permita, la Antártida.

FA. En relación al primer punto, concuerdo con la necesidad de un avance del anarcocapitalismo. Esto no se trataría de una revancha contra las élites dominantes, sino de una liberalización de mercado que permita que se desarrolle una meritocracia real y no un sistema que consista en coartar las libertades y oportunidades para reducir la competencia. Se trata de alcanzar la excelencia, no que lo que quede sea porque a lo demás no se le permitió surgir. Por otro lado, este anarcocapitalismo, al ser libre y estar sometido a la voluntad (y valores) de los individuos, podría ser una respuesta local ante la tiranía del centralismo.

En relación al segundo punto, estoy de acuerdo, aunque considero que aquí la limitante puede que no sea la legislación en sí, sino que el asunto decante en una Tragedia de los Anticomunes. Como también tiene relación con la reproducción, este punto es esencial en lo que respecta al futuro. Sin embargo, agrego que dichos movimientos culturales no son suficientes frente a las tasas de natalidad no blanca, por lo que debería existir algún tipo de presión sobre la sociedad civil para desincentivar el multiculturalismo y multirracialismo, poner medidas de freno a la inmigración, y fomentar la auto-segregación.

Respecto al último punto, considero que todo colonialismo debe estar determinado por un marco auto-segregacionista. Hay que procurar que no exista una ocupación de territorios reivindicados (e.g., territorios ubicados en la VIII, IX y XIV Regiones) puesto que conduciría tarde o temprano a una situación de conflicto que sí puede ser evitada mediante una sencilla planificación territorial que permita que estos núcleos económicos (y sociales también, porque involucra colonización) tengan un espacio seguro, además de un buffer que rodee ese espacio. Es necesaria y prioritaria una colonización de los sectores más australes, por tres razones fundamentales:

  1. Asegurar el recurso hídrico, en caso de una futura crisis.
  2. Mantener una biomasa proteica estable y disponible para los establecimientos étnicos. Este punto y el anterior están relacionados íntimamente con el modo de vida paleofuturista, para que conduzca a una mejora en la calidad de vida, en la batería genética y en las medidas adaptativas pasivas, sin descartar el empleo de medidas activas tales como la reprogenética y otros usos de la tecnociencia.
  3. Proteger el territorio del Cono Sur y establecer un perímetro seguro para evitar la ocupación por parte de potencias Occidentales o no Occidentales ajenas a los intereses genético-étnicos criollos. La hegemonía del sector debe mantenerse bajo el control local, y se debe evitar a toda costa la presencia de poder nuclear de otras potencias externas. El Cono Sur es la puerta de entrada al espacio geopolítico antártico. Su importancia no debe ser subestimada.

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