
Dentro de la fachósfera, no estoy precisamente en la facción de los amantes del estado, y mucho menos de las fuerzas de orden que ejercen la violencia proxy. Incluso, más de alguna vez se me ha acusado de tener un sesgo de Izquierda, y tal vez sea por cierta postura ACAB que mantengo desde hace… ¿unos veinte años? Más aún, cuando formaba parte de Letras Libertarias, no tuve mayor problema en posicionarme contra la condena generalizada (de la Derecha que nos leía) a Camilo Catrillanca, cuando éste resultó muerto por las balas de Carabineros en la localidad de Ercilla. Para mí, los testimonios de unas profesoras a raíz de un supuesto robo de vehículo no eran suficientes para tratarlo de delincuente y mucho menos afirmar que por eso fue abatido, y aún menos justificar la acción negligente de Carabineros que primero causó su muerte, y luego escondió las pruebas.
En estos momentos, el edificio donde estaba emplazado la Municipalidad de Panguipulli yace en ruinas luego de la acción de una turba que causó disturbios en distintos puntos de la ciudad e incendió el edificio. ¿El motivo? La muerte de un artista callejero –de esos que hacen malabarismo en la esquina– por parte de un efectivo de Carabineros. No es Ferguson, no es Baltimore: es Panguipulli.
Vamos a tocar dos puntos; pero antes, los hechos: circula un video de un funcionario de Carabineros discutiendo con un malabarista (supuestamente, este último se estaría negando a un control de identidad—medida a la que también me opongo. ¿Qué es esa justificación derechista de “el que nada hace nada teme”? El estado no debería por qué pedirme que me identifique, pero eso es otro tema.). El malabarista no suelta los machetes con los que hace malabarismo, por lo que el funcionario dispara en dos oportunidades al suelo, cerca de los pies del artista callejero. Acto seguido, el video muestra al artista abalanzándose sobre el funcionario blandiendo objetos como cuchillos en ambas manos, para luego escucharse tres disparos que parecen haber sido percutidos a una distancia de, a lo más, unos 2 metros. El malabarista cae al suelo, luego de ser abatido.

Hasta el momento, desconozco la secuencia anterior a la discusión con los correspondientes disparos de advertencia (que sí los hubo. Esto es esencial, pues siempre se habla –desde el desconocimiento, claro– que los pacos disparan sin advertir y asesinan en vez de “disparar a las piernas”. Aquí se ve claramente que hubo dos disparos al suelo). Sin embargo, los registros nos muestran a un individuo blandiendo algo que se asemeja a cuchillos, cuya evaluación si realmente se trataba de cuchillos sólo podía haber sido realizada ex-post, sencillamente porque no había posibilidades de hacerlo ex-ante porque el sujeto en cuestión los estaba blandiendo, utilizándolos como si se tratara de armas, hayan sido o no reales armas. Si me asaltan con un arma de juguete difícilmente sabré ex-ante que es sólo utilería. Además, siempre se reclama por el protocolo… cosa que parece que esta vez sí se cumplió. Respecto al uso de las armas de fuego, el documento “Protocolos de la actuación policial en Chile” (disponible en la Biblioteca del Congreso Nacional) dice que
[e]l empleo de armas de fuego debe considerarse una medida extrema, restringiéndose su uso al nivel 5 de agresión letal -visto en el punto II.1. De este modo, solo pueden emplearse en circunstancias excepcionales, que supongan la existencia de un peligro inminente de muerte o lesiones graves, sea para el carabinero o para cualquier otra persona.
Por su parte, el punto II.1. dice:
“Frente a los distintos niveles de oposición o agresión, se pueden distinguir iguales niveles de fuerza que el personal de Carabineros debe emplear, con criterios diferenciados y con una intensidad progresiva para vencer la resistencia o repeler la amenaza.”
Correspondiendo a un
Nivel 5: De agresión activa potencialmente letal
Se realiza un ataque con armas o tácticas lesivas graves o potencialmente letales.
Al parecer, los disparos no serían un abuso policial. Al parecer. Por el momento, la investigación debe continuar. Esto nos conecta con el otro punto: es notable el poder de manipulación de la verdad y el discurso que detenta cierto sector ideológico. Transformando la lectura de los hechos y entregando una versión que es repetida ad nauseam, adscribiéndose la verdad e instalando un filtro de su propia moral, han sido capaces de reescribir el hecho para presentar una especie de guerra donde el Estado (puaj) quiere reprimir a artistas callejeros (puaj, también) que sólo quieren tener un sustento para sus vidas.
Así, una secuencia de hechos que podría, hipotéticamente, resumirse en
Malabarista está en una esquina –> Pacos intentan hacer control de identidad a malabarista –> Malabarista discute con pacos –> Paco gordo hace disparos de advertencia a malabarista –> Malabarista ataca a paco gordo con cuchillos (?) –> Paco gordo abate a tiros a malabarista
termina resumida en y engullida como
Malabarista está en una esquina –> Paco gordo abate a tiros a malabarista

Todos los pormenores y detalles inconvenientes son pasados por alto, perpetuándose la idea que el Estado fue a matar a una persona por ser artista callejero. No hay que ser facho para darse cuenta que el hecho es un poco más complejo que esta versión ultra-corta de la situación. No hay que ser “chupafusil” ni compartir imágenes de Carabineros ayudando a la gente ornamentadas con fuentes de pésimo gusto para posicionarse en una postura crítica frente al discurso de verdades a medias que por estos días va a estar de moda. Si la investigación determina que el funcionario actuó fuera del protocolo, pues que le caiga el peso de la ley encima, pero actuar y condenar de manera apresurada, quemando y destruyendo en protesta por “los pacos asesinos”, es el indicador de una sociedad de personas poco inteligentes, viscerales e incivilizadas, justamente lo contrario que se supone que se quiere lograr y lo contrario de lo que recitan sus discursos de una superioridad moral a la que no se le puede pedir consecuencia ni coherencia, pero que, al menos, se le pueda pedir que haga gala de la altura de miras que posee.
ACAB: sí, siempre, sin ningún complejo. Pero las manipulaciones de los hechos también deben ser denunciadas y combatidas sin ningún complejo, especialmente cuando apuntan a jugar con las emociones populares.