Panguipulli: la lucha por el secuestro de la verdad

Francisco JavGzo

La guerra se lleva a cabo para mantener una posición de ventaja, establecer una situación más ventajosa, o influir en las actitudes o comportamientos de otro bando.

Defence Capstone Doctrine.

Como el tejido social de Chile está fisurado y no existe un enemigo gigante y místico como para unir al tejido (digamos, por ejemplo, alguna selección de fútbol invencible—algo que logre sustituir al enemigo externo que ayudó a construir la “chilenidad” en el siglo XIX, en un país donde la inmensa parte de la población no sintió pertenencia a ninguna entidad hasta que llegó la guerra con los países vecinos), aspirar a que las cosas sigan como eran antes, con la sensación de estabilidad a las que estuvimos acostumbrados por algunas décadas, es algo que se encuentra muy lejos de lo posible. Y entre esas cosas que no volverán, al menos en un tiempo muy prolongado, es la sensación de ser un solo ‘pueblo’. Hoy, ‘pueblo’ quedó relegado solo para el pueblo, es decir, la masa que se reconoce como pobre, oprimida y sin futuro.

La discusión desprendida de los hechos acontecidos en Panguipulli reafirma la pulverización contingente de los grises de la posmodernidad y trae el retorno de una contienda donde la binarización impera a pesar de bordear el absurdo, la desvirtud y el vicio. Por lo anterior, bastante poco importa que en el caso donde un malabarista resultó muerto por disparos de Carabineros –luego de un infructuoso control de identidad– el tribunal sentencie conforme a Derecho. Fallar conforme a Derecho es para los países que están en equilibrio, donde la cordura no se ha perdido y donde la contienda política no ha clavado sus garras en el corazón en la justicia.

El problema actual es que aunque se diera el caso que la justicia no estuviera influenciada por las presiones sociales, también manifestadas a través de las fuerzas políticas, el filtro con el que son leídos los hechos termina pesando finalmente en el relato —relato que puede traducirse en violencia. Así, lo que termine fallando la justicia respecto del caso mencionado, será irremediablemente weaponized en la contienda política, y sea cual sea el resultado, será adscrito a alguna suerte de fuerza cultural detrás.

Este es el punto donde la verdad no importa. Incluso, son las mentiras y verdades a medias –en forma de propaganda negra– las que terminan inclinando la balanza de la opinión pública, sumada a una fuerte ideologización proveniente de los esfuerzos culturales desplegados en la guerra de quinta generación.

La visión clásica de la guerra se caracterizó como un Estado luchando contra otro; el advenimiento del concepto de guerra de cuarta generación vio el reconocimiento de las amenazas asimétricas planteadas por entidades no estatales. En la guerra de quinta generación, las dos entidades, de los actores estatales y no estatales, permanecen; sin embargo, es el concepto de guerra en sí mismo que se vuelve indistinto.

Los adversarios contemporáneos buscarán operar en la ‘zona gris’, un espacio indistinguible entre el tiempo de paz y el conflicto. Las fronteras entre el debate democrático, el activismo y el terrorismo, la criminalidad y la guerra se disputarán por sí mismas. El uso de la acción militar no sólo tendrá que ser considerado por su efecto directo hacia la misión, sino también en sus efectos secundarios y terciarios. Estos incluirán los efectos reputacionales, legales, económicos y sociales1.

¿Legítima defensa? ¿Leyes? ¿Protocolos? Lo cierto es que nada de eso le importa más que a un solo bando pues, en los tiempos de polarización, las pruebas importan siempre y cuando beneficien al argumento y al relato del bando que los esgrime. La contienda ideológica hoy debe asumir que la razón se extravió en algún punto; justo aquél donde la tensión dio origen a un objetivo aún más básico pero más ambicioso: escribir la verdad y apropiarse de ella.

Todo territorio se ha vuelto un campo de batalla, llegando inclusive a crearse unas suertes de realidades paralelas en las cuales los bandos viven y respiran sus verdades y las mantienen en estado de latencia para imponerlas llegado el momento, desatando discusiones en el ciberespacio y las conversaciones cotidianas donde estas verdades miradas a través de filtros ideológicos son posicionadas en una arena de conflicto interminable, en la misma donde fue sepultada la razón, la virtud, y otras tantas facultades que hoy parecen cosa del pasado. Es de esperar que estas resurjan en algún momento, como dijera Heinrich Heine, como viejos dioses de piedra que se levantan de las ruinas limpiándose de los ojos el polvo de mil años. Y que, quizás, ahí, Thor, con su mazo gigantesco, se levante y aplaste las catedrales góticas–la carencia de virtud, lo grosero, y lo desechable.

NOTAS A PIE DE PÁGINA

  1. 360iSR. Fifth Generation Warfare. The Brave New World. The Changing Shape of the Fifth Generation Mission Space.

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