Francisco JavGzo

Diálogos identitarios y libertarios: Paleofuturismo Antartista

Francisco Albanese & Lucas Blaset

antartismo

Nota del editor: Luego de arreglar una reunión el día Lunes 12 de Octubre para discutir sobre instancias de encuentro entre el libertarianismo y el identitarismo, donde se trataron distintos temas relacionados con el pasado de las etnias que componen actualmente el Cono Sur, el presente de los países más meridionales del mundo, y el destino geopolítico, Lucas Blaset (liberal libertario) y yo acordamos en desarrollar una teoría libertaria y realista racial para el Cono Sur que estuviese nucleada en torno a la identidad —para el caso del sur de América— criolla, el espacio geopolítico antártico y una perspectiva nietzscheana arqueofuturista-paleofuturista.

Posiblemente, existirán puntos de disenso, algo normal en la elaboración de cualquier idea, pero esperamos que las convergencias aquí exhibidas sirvan para establecer un precedente en un aspecto poco explorado hasta ahora tanto en el identitarismo como en el libertarianismo.

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Arqueofuturismo

Francisco Albanese

Ya parecía algo extraño que siendo Guillaume Faye uno de los pensadores más citados en este espacio, no hubiera ninguna reseña de su obra — cada vez más llena de sentido — L’Archéofuturisme, que en español se traduciría como El Arqueofuturismo. (más…)

Diversificar es igualar hacia abajo

Algo casi omnipresente en las minorías, y cuasi obligatorio, es defenderse de los ataques de las mayorías, y no es raro ver reacciones violentas y brutales ante las presiones de las culturas hegemónicas o ante lo que se traduce como una ofensa al grupo, como lo fue, por mencionar un ejemplo, los incidentes en Ferguson, durante el año pasado.

Esta posición defensiva, más que ser lógica, es gatillada por disparadores irracionales que actúan como las defensas del organismo ante las amenazas externas, por lo que el objetivo subyacente a estas respuestas al ambiente es el de sobrevivir a cualquier costo.

En una sociedad donde la corrección política se hace transversal a todos sus círculos, la defensa instintiva, al volverse racional, civilizada, educada, termina transformando su clamor en un lloriqueo, sobre todo cuando sus peticiones son efectivamente escuchadas y se hace costumbre reclamar por lo que sea, como lo es el caso del Movimiento de Liberación Homosexual, cuyas demandas rayan en lo ridículo.

Congresista Tony Cárdenas.

Antes de la 87° entrega de los Academy Awards, u «Oscars», hemos podido atestiguar las denuncias y quejas de un congresista de origen «hispano» respecto a la poca diversidad exhibida en los nominados a los premios de la Academia para este año donde, sea cual sea la razón, dominaron los nominados de raza blanca.

Respecto a la falta de diversidad en los nominados, Cárdenas agregó en la carta que envió a Cheryl Boone Isaacs:

When we fail to include diverse, talented faces, reflecting both today and tomorrow’s America, we send a poor message to our youth and the world. We are not celebrating the diversity that makes this country unique.

Cuando fallamos al incluir rostros talentosos y diversos, reflejando a la América de hoy y mañana, enviamos un pobre mensaje a nuestra juventud y al mundo. No estamos celebrando la diversidad que hace único a este país.

Lo realmente triste de esta situación, es que la lucha por la diversidad continuamente se desvirtúa a sí misma al luchar por una «mayor diversidad» a través de una mera igualdad en cantidad, olvidando que la real diversidad, es decir, la diferencia, la desigualdad, aquélla que no es medible, está íntimamente relacionada con las cualidades, y éstas no pueden ser reducidas a una cuestión numérica.

Cuando una lucha por ser el mejor — en este caso, el mejor en su subsector de la industria cinematográfica — es impregnada de corrección política a través del cuoteo y la inclusión obligatoria, termina inevitablemente en la destrucción de la excelencia. La búsqueda cuantitativa de la igualdad termina por podrir la verdadera diversidad, pues ataca a la esencia de ésta, i.e., la calidad.

Peor aún, para los guerreros de la justicia social, buscar la diversidad a través de la igualdad no sólo hunde a la calidad en la nada sino, además, resta méritos a las minorías, al dar a entender que éstas deben valerse de una ayuda externa para poder competir. Y eso no habla muy bien de la lucha por la reivindicación.

Chelsea: sesgo hipócrita del liberalismo

Lo siento, por algo que no hice
Linché a alguien pero no sé a quién
Me culpas por la esclavitud de cien años antes de que nací

Culpable de ser blanco.

Minor Threat, «Guilty Of Being White«

 

En un acto dominado más por los impulsos instintivos con una plena racionalidad, hinchas del Chelsea negaron a un ciudadano de raza negra la subida a un vagón del metro, lo que ha provocado una ola de réplicas tanto en el mundo del fútbol, como en la opinión pública no futbolera.

Sin miedo a caer en el saco de la corrección política, reconocer lo denigrante que es para el afectado la acción de los hinchas del Chelsea no es algo que necesite mucho análisis. Desgraciadamente, en un mundo donde se promueve el individualismo y la victimización de las «minorías», la opinión pública no analiza objetivamente las causas de las cosas, y mucho menos hace una retroalimentación respecto a sus propias opiniones y visiones. Constantemente, la población se culpa de lo que le ocurrió a otros que ni siquiera llegaron a conocer, algo así como un pecado original que tienen que cargar durante todas sus vidas y, por esto mismo, soportar todas las consecuencias.

Es así, como la actitud irracional de los hinchas del Chelsea –para la opinión pública– es fruto de la mera intolerancia y racismo, por lo que figuran como culpables y dignos de ser detestados por la estricta tolerancia humanista. Ahora bien, hay un lado oscuro de la verdad, donde las manifestaciones de odio e intolerancia no son producto de la generación espontánea, sino que revisten un sinnúmero de condiciones y factores que resultan en acciones tan simples pero significativas como no permitir a alguien la entrada a un vagón de metro.

Detrás de la acción de los hinchas no hay sólo un prejuicio racialmente motivado, sino que hay todo un aparataje de coerción sistematizada que conduce a estas fisuras de odio en el cuento de hadas de la sociedad perfecta que pretende imponer el Liberalismo. Detrás de la acción hay una Europa que ve cómo su suelo va siendo invadido, cómo sus habitantes nativos son hostigados por sus propios gobiernos imponiendo culpas sobre sus cabezas. Detrás de la acción irracional hay también tasas de criminalidad que aumentan, apropiación de barrios por parte de inmigrantes y una verdadera campaña de sustitución de la población nativa de Europa.

Hay odio, sí, pero no es un odio gratuito, y es un odio suficiente para hacer pedazos el sueño multiculti de los liberales y hundir a Europa en un caldo de intolerancia y prejuicio.

Los mismos que acongojados levantan sus brazos al cielo, que hacen mea culpa de lo que le han hecho al mundo, que fomentan ONGs para detener el racismo y la xenofobia, son los que callan ante la ocupación, el Gran Reemplazo y ante el hostigamiento a los ciudadanos de origen europeo para el abandono de sus vecindarios por parte de aquéllos que no respetan las leyes pero que no temen a ampararse en ellas si es que pueden sacarles provecho.

Una vez más, la diversidad nos demuestra que no sólo no funciona, sino que, hoy por hoy, está siendo la piedra angular del detrimento de Europa.

El país de la infelicidad y el resentimiento

Si hay algo que las redes sociales han logrado con creces, es la posibilidad de dar tribuna a los invisibles que antes no eran escuchados más que por sus familias y amigos. El bajo costo del servicio, la nula censura y el ausente filtro idiomático han permitido que cualquiera que tenga acceso a internet pueda ladrar lo que sea sin temor. Incluso, hay algunos que han llegado a categorías tales como «Comentarista Destacado» en relación al número de comentarios que efectúan, algo muy ad hoc a la sociedad en la que vivimos, donde la cantidad está por encima de la calidad.

Como buen observador —lo que no me hace distinto de un fisgón cualquiera que mira escondido tras un muro, lo acepto— dedico algunos minutos de mi tiempo a leer noticias de distintas fuentes y, por sobre todo, los comentarios de la gente común acerca de las mismas noticias, pues considero que es ahí donde reside la opinión pública pues, en cambio, la televisión y la radio dirigen al público mostrando sólo las cosas más «jugosas», sin darnos el beneficio de encontrarnos con información primaria.

Lo preocupante de esta información primaria es que —al reflejar lo que la gente es, lo que piensa— logra graficar las emociones y sentimientos de las personas como si fueran la más chocante obra de arte. El odio y resentimiento con los que la gente se expresa es un indicador de lo que ocurre en su interior como una respuesta contra las agresiones del medio, las cuales no tienen que ser físicas necesariamente. Sabemos perfectamente que nuestra sociedad está construida sobre tramas de violencia y abuso de poder, disfrazadas elegantemente con buenas intenciones e ideales de justicia, por lo que no es extraño que la gente se sienta agredida y vulnerada aún en su vida cotidiana, ya sea por tarifas abusivas, impuestos absurdos, y por las sirvengüenzuras varias a la que se ve sometida el ciudadano común que no es beneficiado por un Estado que cada vez se identifica menos con sus esclavos.

(sic) Malditos politicos ladrones ay ke matarlos a todos ay ke cortarle las manos para ke dejen de rovar los mataria con mis propias manos

El lenguaje agresivo («estos malditos», «hay que quemarlos», «los mataría lentamente para que sufran», «hay que colgarlos», etc.) que se deja ver en los comentarios de las redes sociales deja entrever cierto comportamiento esquizofrénico de la sociedad chilena: la gente que lanza comentarios invocando a la Ley de Lynch, al empalamiento y desollamiento públicos, es la misma que se deja dominar por la Ley de Moraga, viviendo vidas normales, insignificantes, sin sobresaltos y que, muy probablemente, no se verán alteradas más que por la muerte.

A pesar de tanto odio acumulado, podemos atestiguar que las cosas siguen igual: no estallan revueltas, mucho menos hay revoluciones, no vemos empalamientos públicos y definitivamente no hay personas que maten a otras lenta y dolorosamente para impartir la justicia. ¿Dónde va a parar, entonces, todo ese odio? No lo vemos traducido en resultados externos al individuo, como bien pudieron serlo la Revolución Francesa y la Revolución Rusa (que no menciono como ejemplo porque me agraden o algo así, sino por ejemplificar una obra que se pudo concretar gracias al resentimiento de las masas), sino que lo vemos traducido en la infelicidad de generaciones completas que pasarán a la Historia por ser nada, por alimentar un odio que se llevarán a la tumba, luego de una vida completa dedicados a subsistir mediante las apariencias.

(sic) hijos de puta hay qe kemarlos vivos qe sientan el doloor una y otra ves antes de morir

La enfermedad es evidente: mientras el discurso habla de paz, de inclusión y de igualdad, los sentimientos fantasean con sueños de violencia, brutalidad y muerte… al tiempo que las acciones reflejan nada, pues nadie hace nada. Con una estructura enferma, llena de frustraciones, de fracasos, de vidas insatisfechas, de gente no realizada, no es de extrañar que las redes sociales funcionen como verdaderos ventiladores de mierda de una sociedad conformada por chihuahuas y poodles que ladran pero no muerden.

«Compartir» es indulgencia

Cada perro reventado, cada niño con cara de sufrimiento, cada animal despellejado vivo, cada cuestionamiento al poder, cada clamor que se publica en redes sociales es un globo con agua que choca contra una pared de concreto cubierta con clavos, y con cimientos de 10 metros.

Cada imagen que se publica en redes sociales virtuales de algún niño cubierto de moscas reflejando la cruel realidad de un estado fallido, mal gobernado por líderes locales abusadores, ávidos de poder y verdaderos carniceros que se entregan a los placeres de la sangre y la muerte sencillamente porque pueden, cada imagen de heridos y muertos por bombardeos ejecutados por las potencias que tú crees que dominan al mundo, es una cuota de insignificancia que es jugada por el usuario.

El botón que anula tu naturaleza.

Cada petición virtual por la disminución de sueldo de los políticos, cada documento revelado donde se explica a la población el robo de bienes públicos por parte de funcionarios estatales, cada video donde se hace pública la contaminación sin precedentes que están sufriendo entornos que en tiempos prístinos eran puros, cada planilla de remuneraciones de senadores y diputados que excede groseramente lo que jamás podrás recibir a costa del trabajo que tanto que ha costado obtener, es un lamento de insecto gritado contra el viento.

Pero no te confundas: en este caso, la unión no hace la fuerza, y ni un millón de gritos de insectos juntos logrará que Eolo detenga su furia para escuchar lo que la masa común e insignificante tenga que decir. Peor aún, menos posibilidades hay que, en el caso remoto y casi improbable que los insectos sean escuchados, efectivamente la voluntad insecta sea tomada en cuenta y se logre lo que la multitud anhelaba.

El único caso en el que la voluntad insecta cae en tierra fértil, es cuando el poder superior (disfrazado de el bien mayor) estima que, después de tantos golpes, latigazos y patadas propinadas a los asnos, es tiempo de hacer un cariño complaciente que calme a las masas, de manera de asegurar su fidelidad, aunque sin otorgar la excesiva confianza para que se vuelva una costumbre.

Cada vez que eliges compartir información por redes sociales esperando que otros, tan descontentos como tú, se indignen y hagan que el mundo cambie a su favor, lo que realmente haces es engañarte, masturbarte con una lucha ficticia y complacerte de los «cambios» que estás provocando desde tu aparato electrónico.

La única manera.

Pero no: no estás declarando ninguna guerra, no estás salvando a nadie del hambre ni tampoco incitando que otros luchen contra ella, no estás haciendo estallar una revolución, no harás que el Gobierno cambie y definitivamente no estás haciendo ningún cambio en el devenir histórico que tanto te afecta.

Tus opciones son claras: sales a la calle a destruirlo todo y linchar a los políticos que sientes que te están cagando, haces aportes monetarios para que las facciones que crees que están luchando justamente compren armamento (en vez de «compartir» imágenes ridículas de apoyo que, en realidad, no van a provocar que tus amigos de facebook tomen un fusil), haces estallar una revolución que queme todo hasta los cimientos… o sencillamente dejas de promover causas desde tu juguete electrónico y de autoengañarte porque realmente no estás haciendo ningún cambio.

No habrá otro 732

Francisco Albanese

«Si los europeos entregan armas [a los rebeldes], el patio trasero de Europa se convertirá en terrorista y Europa pagará el precio por ello.

— Bashar al-Assad en Frankfurter Allgemeine Zeitung.

«Me rebelo contra el destino. Protesto contra los venenos del alma y los deseos de individuos invasores de destruir las anclas de nuestra identidad.«

— Dominique Venner, «Las razones para una Muerte Voluntaria».

«Odio decir que te lo dije. Creo que ya te lo dije.«

The Hives, «Hate to say I told you so«

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